Dieta mediterránea, vida sana y placer

Dieta mediterránea, vida sana y placer

Dar un paseo por el antiguo mercado de Florencia ya es, de por sí, como unas pequeñas vacaciones: un café y algún dulce para el almuerzo en un bar, buscar inspiración en sus llamativos puestos de verdura, a cada cual más colorido, y hacerse con un paquetito de gambas del Mediterráneo en alguna de las pescaderías, que invitan pararse y admirar el género. Este bello lugar es, sin duda, un verdadero goce para todos los sentidos, un baile de sensaciones que despierta y estimula la fantasía y la creatividad de las formas más curiosas. La experiencia invita a darse un festín.

Verdura y hortalizas en gran cantidad, fruta y hierbas, patatas, arroz, pescado fresco y aceites de calidad, como el aceite de oliva. Detrás de todo ello se esconde algo más que una dieta. Un estilo de vida que representa, sobre todo, un modo de vida saludable: la dieta mediterránea. Junto a la preferencia por los alimentos frescos y coloridos, complementada por el consumo muy ocasional de carnes rojas y grasas animales, esta forma de alimentarse representa, asimismo, una vida consciente de la importancia de los ingredientes saludables y de calidad. Todo ello ofrece un punto de partida óptimo para disfrutar de placer y calidad de vida.

Algunas de las ventajas de esta dieta resultan obvias: el empleo de ingredientes mayoritariamente frescos, ricos en vitaminas y nutrientes, la alimentación equilibrada y respetuosa con el sistema digestivo y el placer, la tranquilidad y la dedicación que reinan a la hora de comer, sin prisas, de manera consciente. Se entiende, así, que no se trata de una simple dieta sino, más bien, de una forma de vida que gira en torno al placer culinario y de calidad en la que cada comida se torna en un festín cotidiano. Asimismo, a esta dieta se le atribuye un efecto positivo sobre el sistema cardiovascular, reduciéndose considerablemente el riesgo de sufrir infartos o ictus. También se le atribuye un claro efecto en la prevención de la demencia. A su vez, hay que tener en cuenta lo que la dieta mediterránea representa: más bien, una pauta hacia un estilo de vida saludable que ofrece un marco determinado dentro del que moverse, sin verse obligado a seguir unas reglas estrictas.

Apostemos por el placer, en el mercado de Florencia o en casa, al calor de nuestro hogar. Para despertar el gusanillo por el estilo de alimentación mediterráneo y acercar a su mesa ese mundo de sensaciones mediterráneas, le traemos como colofón un risotto de tomate con toque de jengibre y limones acompañado de espárragos verdes asados al horno. ¡Buon appetito!

 

Ingredientes:

Para dos personas

  • Aprox. 200 g de arroz para risotto (suele merecer la pena optar por la variedad arborio)
  • 400 ml de caldo de verduras y agua caliente a demanda
  • Una cebolla blanca
  • 100 ml de vino blanco
  • 2 cm de jengibre fresco cortado en dados
  • La ralladura de un limón y el zumo de medio limón
  • Aprox. 4 cucharadas de aceite de oliva
  • Aprox. 2 cucharadas de mantequilla
  • Aprox. 100 g de parmesano finamente rallado
  • 2 puñados de tomates cherry cortados a la mitad
  • Un manojo de espárragos verdes

Preparación:

  • Pochar la cebolla picada en aceite de oliva hasta que se transparente y añadir entonces el arroz y el jengibre.
  • Rehogar brevemente el arroz y desglasar con vino blanco.
  • Agregar el caldo al arroz, unos 100 ml cada vez y removiendo, esperando siempre a que se absorba antes de añadir más. Terminado el caldo, seguir agregando agua caliente. De lo contrario, el risotto podría resultar salado.
  • A la vez, cortar los tomates en dos, incorporándolos al risotto tras aproximadamente 10 minutos junto con el zumo y la ralladura de limón.
  • Hornear los espárragos a 180 °C durante aprox. 20 minutos, aderezados con unas gotas de aceite de oliva y ligeramente salados. Si se prefieren más al dente, comprobar la consistencia tras tan solo 10 a 15 minutos.
  • Cocinar el risotto removiendo constantemente durante aprox. 20 minutos, hasta que el arroz quede al dente.
  • Finalmente, incorporar la mantequilla, seguida del parmesano, removiendo cada vez y añadiendo solo el parmesano necesario para que el arroz quede cremoso y sabroso.
  • Emplatar el risotto decorado con el espárrago; de tenerlo a mano, un toque de pesto verde lo acompaña maravillosamente.