Comer con niños

Comer con niños

A cualquier familia con hijos le sonará: «¡Puaj!, ¡no me gusta!» Los platos que no provocan esta reacción suelen ser cosas como patatas fritas, pizza, pasta, dulces o helados. Muy a pesar de muchos padres. Habrá que respirar y tomarse el día con paciencia.

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Anya Rüngeler

Por qué comemos lo que comemos

Los motivos de nuestra forma de alimentarnos se esconden en la naturaleza. Por un lado, preferimos principalmente los azúcares y las grasas. Tiene todo el sentido del mundo, ya que ambos indican al cuerpo, desde muy temprana edad: «¡ahí tienes energía!» Nuestro sentido del gusto está tan desarrollado que podemos distinguir desde que somos lactantes entre dulce, agrio y amargo; sin embargo, solo nos atrae el primero. Si algo sabe agrio o amargo, lo interpretamos como inmaduro o estropeado. Empezamos a diferenciar el sabor salado a los cuatro meses para poder regular mejor el equilibrio hídrico.

La forma en que se van desarrollando a largo plazo nuestras preferencias depende en gran medida de nuestra socialización culinaria. Hace falta tiempo para ir acostumbrándonos progresivamente a nuevos alimentos (sabores y texturas). Se dice que a los niños hay que ofrecerles unas 20 veces los nuevos alimentos hasta que empiecen a gustarles. Lograrlo requerirá paciencia, así que mejor respirar profundamente. Aunque el esfuerzo merece la pena porque, cuando salen de la infancia, les espera un mundo culinario increíblemente amplio y rico.

Yendo más allá, es importante proporcionar a nuestros hijos herramientas para que desarrollen en su vida una relación saludable y, al mismo tiempo, relajada con la comida. La forma en que comemos influye de manera determinante en nuestra calidad de vida porque, por supuesto, influye directamente en nuestra salud, pero también en muchos otros aspectos como nuestra calidad de sueño, nuestra capacidad de concentración o nuestro estado de ánimo. Teniendo en cuenta que hoy en día nuestros hijos están expuestos al potente influjo de las redes sociales y los medios digitales, es muy importante enseñarles con nuestro ejemplo una actitud estable respecto a la comida. De esta forma se crea la base para desarrollar una imagen corporal sana y evitar, por ejemplo, trastornos alimentarios cuyo origen se encuentra la mayoría de las veces en el culto al cuerpo de muchos países industrializados.

Para propiciar unos hábitos alimenticios equilibrados y placenteros entre los menores también debemos tomar aire. Por otro lado hay trucos de los que echar mano para facilitar el camino y que son muy divertidos para pequeños y grandes.

 

Cocinar y comer juntos

En todo el mundo, comer es una parte central de la convivencia. Por eso es algo muy natural no solo comer juntos, sino también preparar juntos la comida para todos. Aquí también se necesita un poco de paciencia, pero los pequeños disfrutan mucho cuando se les pone el mandil y se les «arma» con un cuchillo infantil para que corten el pepino o el pimiento. Lo que han cortado ellos mismos también les sabrá luego mejor.

Comer es divertido

Como todo en la vida, también la comida se puede hacer más atractiva a través del juego, p. ej., trabajando con formas y colores para despertar la curiosidad. Así, con pequeños moldes cortadores, la verdura y la fruta pueden convertirse en los protagonistas de la bandeja de tapas o destacar en el plato principal como guarnición. También se pueden hacer adornos con la comida o formar alguna imagen en el plato, como una cara con pelo de patatas, nariz de tomate y boca de salchicha. O también simplemente un colorido plato de fruta y verdura variada, de fácil preparación y que invite a picar, puede despertar la curiosidad de los pequeños.

 

Historias sobre la comida

Cuando no hay tiempo para la creatividad siempre puede ser una buena opción hablar de la comida: de dónde viene, qué camino ha recorrido, cómo crece y se procesa, cómo ha llegado al plato, qué apariencia y qué sabor tiene… Las posibilidades son infinitas.

Aquí presentamos algunas ideas sencillas para hacer más apetecibles a los pequeños diferentes tipos de verduras.

 

Salsa de tomate y verdura para pasta o arroz

Una salsa de tomate suave es una aliada fundamental. Se puede usar para un calabacín o una berenjena asados en el horno o en una sartén. Con la verdura y la salsa de tomate se hace un puré, que se sirve con pasta, arroz o patatas. Sabe deliciosa y los pequeños ni siquiera notan la detestada verdura.

Caras de pizza

La pizza suele ser un favorito en el menú infantil. Para hacerla aún más atractiva y quizás probar con nuevos tipos de verdura, la masa de pizza se puede cortar con un molde en forma de caras o animales, que se cubrirán con distintos tipos de verduras. Así la pizza de ingredientes variados les sabrá más buena.

 

Guarnición de calabacín sobre salsa de tomate cremosa

Para ganar más simpatía por el calabacín, que, según se imagina el niño, lo mira con reproche desde el plato, se pueden combinar los trozos de calabacín cortados con moldes bonitos con, p. ej., pasta en salsa de tomate decorada quizás con una cucharada de queso fresco para hacer el plato más completo y sabroso para los pequeños. Así se da un nuevo toque creativo al plato aburrido, aportando además una buena porción de vitaminas extras.