El gusto por los nervios sanos
Sea en clásicas, grandes vueltas o en otras carreras por etapas, en terreno llano, Pascal Ackermann siempre se encuentra automáticamente entre los grandes favoritos de todo el panorama corredor internacional. En el último Giro de Italia, su última gran vuelta, el corredor, de 26 años de edad y oriundo del estado alemán de Renania-Palatinado, consiguió salirse con la suya y convertirse en el primer alemán en hacerse con la «maglia ciclamino», el maillot malva que premia al mejor esprínter, además de con dos victorias de etapa.
En tan solo unos años, Pascal Ackermann se ha alzado como uno de los mejores velocistas del WorldTour, la primera división del ciclismo. «Tienes que estar un poco loco», admite, «y hay que tener mucho aguante para llegar el primero a la meta». En la televisión, a veces parecemos estar presenciando una carrera a vida o muerte cuando los veloces esprínters se aproximan a la línea de meta a más de 70 km/h. «Cuando uno se da por satisfecho con el segundo puesto es que ya no se está en el lugar adecuado, es hora de plantearse un cambio». Pascal trabaja por y para el éxito, su única opción, de forma individual y, por supuesto, también en equipo.
El corredor, siempre risueño y aún así plenamente concentrado en apariencia, hasta hace cierto tiempo podía verse inmerso en el nerviosismo antes de las carreras e incluso durante las mismas. Esos nervios, cuando ocurren en una etapa en llano de cara al esprint final, hoy puede decir que forman parte de ello, que son inherentes. Hasta hace cierto tiempo, en ocasiones, llegaba a no poder dormir en condiciones los días previos a la carrera. Hoy, sin embargo, esos nervios se han visto reducidos a ese nivel sano de nerviosismo que le permite dar el 100% en el momento decisivo. Y así, el Pascal tímido y simpático se transforma en la fase final de la carrera en un esprínter tenaz que no duda en poner toda la carne en el asador.