Única como la ciudad del amor

Única como la ciudad del amor

Puentes impresionantes, imponentes bulevares, incontables iglesias y todo ello bajo la atenta mirada de la Torre Eiffel: París resulta tan asombrosamente elegante como increíblemente romántica. Es precisamente esta actitud frente a la vida la que captura este apartamento, situado en un típico edificio parisino de estilo Haussmann del siglo XIX. Su corazón lo preside una isla de cocina con una mezcla de materiales de primera clase y una BORA Classic placa de cocción.

Estudio de arquitectura: Jerzy Ruszkowski, www.ruszkowskiarchitekci.pl

Diseño de la cocina: Kusiak Pracownia Stolarska, www.kusiakpracowniastolarska.pl

BORA Classic placa de cocción con extractor de superficie integrado

Fotos: PION Przemysław Nieciecki/Basia Kuligowska

Una cosa es cierta: sin el barón Georges-Eugène Haussmann (1809-1891), París sería hoy muy diferente. Y es que Haussmann marcó el paisaje urbano de la capital francesa como ningún otro. Tanto es así, que no solo un bulevar parisino, sino también un tipo de arquitectura muy concreta, hacen honor a su nombre: los edificios Haussmann. Los encontramos a los pies de las anchas calles que este urbanista mandó trazar a mediados del siglo XIX por encargo del emperador Napoleón III, junto a parques públicos y el nuevo alcantarillado. El objetivo del rediseño era oxigenar y unificar París siguiendo el ejemplo de otras ciudades modernas como era Londres. Para ello, Haussmann mandó abrir grandes espacios abiertos rectilíneos por toda la ciudad, creando así una red de bulevares. Con ella desaparecieron los pequeños callejones y las edificaciones medievales.

El nacimiento del estilo Haussmann

Junto a los amplios y aireados bulevares que pasaron a atravesar el corazón de la ciudad, aparecieron nuevos edificios residenciales siguiendo al detalle las indicaciones del planificador de urbanismo al mando. Los edificios que acotaban los recién nacidos bulevares no debían superar los seis pisos y su altura debía ser proporcional a la anchura de la calle. Con el objetivo de unificar el aspecto general, se prescribió el empleo de una misma piedra, de color crema, para las fachadas. Además, los edificios debían contar con cubiertas a la mansarda de gran inclinación, con un ángulo de 45 grados. Sin embargo, la característica más llamativa de estos edificios, ahora llamados edificios Haussmann, es la estricta estructura de sus pisos: sobre la planta baja, de techos altos, que alojaba, y en algunos casos sigue alojando, tiendas y oficinas, se asienta una especie de entresuelo de techos bajos que solía ser utilizado como almacén por los tenderos de la planta baja. Sobre él, en el segundo piso, le sigue el «etage noble», con techos altos y balcones usualmente largos junto a ostentosos ventanales resaltados por marcos ornamentales. Estos pisos eran los más codiciados de la época, al ser fácilmente accesibles sin demasiados tramos de escalera. Les seguían los pisos tercero y, a veces, cuarto y quinto, con balcones más pequeños y ventanas menos elaboradas. Finalmente, coronando el edificio y bajo las cubiertas a la mansarda, se encontraban tradicionalmente las dependencias del servicio. Hoy día, estos pisos están muy demandados gracias a las impresionantes vistas de la ciudad que ofrecen.

La armonía de lo moderno y lo antiguo

Para el arquitecto polaco Jerzy Ruszkowski, estaba claro que a la hora de amueblar un apartamento en un edificio parisino tan característico, el contexto de la arquitectura histórica tenía que desempeñar, necesariamente, un papel importante. Y así, ha conseguido conservar el encanto original del piso a y combinarlo con un interior claramente moderno: una exuberante decoración de estuco de los altos techos, un parquet de madera maciza y una chimenea abierta coronada por un ostentoso espejo como testigos de épocas pasadas, mientras que la cocina habla un lenguaje de formas claro y moderno.

Chic parisino por los cuatro costados

La cocina, a cargo del estudio de cocina polaco Kusiak Pracownia Stolarska, incluye un frente de armarios de 3,30 metros de largo con encimera y fregadero integrados, así como de una isla de la misma longitud. Sorprende el juego de contrastes de los materiales: el frontal de los armarios, de cristal lacado, resplandece en un tono verde, mientras que la isla parece estar tallada en piedra azul maciza. Sobre el monolito gris de piedra natural reposa una encimera de cristal negro con acabado de alto brillo en la que prácticamente desaparece de nuestra vista la BORA Classic placa de cocción con extractor de superficie integrado. La superficie negra de cristal, incluyendo el sistema de extracción de superficie, se integra con el frente de cristal de los armarios de la cocina, creándose una unidad. Una implementación perfecta de la idea de los proyectistas de capturar el chic parisino. L’art de vivre... ¿y cocinar? Aquí, desde luego.